“A través de huellas, excrementos, rastros, restos óseos, pelos, plumas, egagrópilas, intento leer el lenguaje de la naturaleza, que hemos olvidado casi por completo”.
Fernando Gómez Velasco es el director del Servicio de Rastreo Forestal (SERAFO). Esta profesión le permite dedicarse a una de sus mayores aficiones, el rastreo de animales.
La tribu más antigua de la tierra, los Bushman o San, fueron los primeros en utilizar esta técnica ancestral para buscar alimento (animales o frutos). Utilizaban el rastreo como herramienta vital para la supervivencia.
También ha sido usada por los Hadza en Tanzania, Pigmeos en Camerún, y aborígenes australianos así como por nuestros ancestros los hombres de Neanderthal. Actualmente, se utiliza en el desierto del Kalahari.
Pero no hace falta ir tan lejos para encontrar rastreadores en el siglo XXI. Fernando Gómez se ha enamorado del rastreo y ha convertido esta técnica en su profesión.
“Considero el rastreo como una la mezcla entre el arte, técnica y ciencia que nos permite leer en la naturaleza lo que ésta escribe”.
Si bien el trabajo de rastreador puede atribuirse a quienes tienen la función de localizar a personas desaparecidas, furtivos, delincuentes, animales extraviados e incluso a quienes rastrean el clima, también es importante para la localización de animales en peligro de extinción.
A través del rastreo se puede localizar a la fauna para estudiarla. Permite conocer datos sobre los animales sin necesidad de llegar a verlos, y de este modo, se puede obtener información interesante sobre ellos: el sexo, la edad, el estado de salud en el que se encuentran, el número de individuos o incluso las costumbres que tienen.
“Un buen rastreador debe demostrar en su trabajo una ética y un respeto a todo lo que le rodea”.
Si por algo se caracteriza el oficio de rastreador es por el gran cuidado y el respeto que hay que tener para no alterar el hábitat ni la rutina de los animales.
Fernando Gómez afirma que los anfibios y los reptiles son especies que hay que tener en cuenta, también en España, porque están sufriendo una gran regresión a causa de los cambios del ecosistema y, sobre todo, al cambio climático.
“Un factor vital para la supervivencia de cualquier especie es la adaptación al cambio, y para ello, es también necesario el tiempo del que dispongan para realizar esa adaptación. Si el tiempo no es el suficiente, el grupo se extingue. La cuestión es que cada clase animal tiene una capacidad de adaptación diferente. Aquellas que son más sensibles o estrictas en cuanto a necesidades son las que encabezan la lista de riesgo de extinción”.
En este grupo de especies sensibles se encuentran los reptiles y los anfibios que además poseen una piel muy sensible ante los cambios.
En España, Fernando Gómez, en SERAFO, han llevado a cabo algún estudio sobre anfibios junto con Chelonia,centrado en Castilla y León
“Uno de los mayores problemas mundiales que afectan a la extinción de estos animales es la Quitridiomicosis, enfermedad producida por un hongo, que parece ser que es potenciado con el cambio climático”.
El Sapo corredor, la Ranita de San Antonio, el Lagarto Gigante de las islas Canarias y la Lagartija Carpetana son algunos de estos animales en peligro.
Según Fernando Gómez, un día de trabajo típico del rastreador comenzaría con unos estiramientos, un buen desayuno, concentración y dirección en el área de trabajo. Después, algo muy importante que es la conexión con el medio natural. Y una vez que esa conexión se haya establecido se procede al rastreo.
“En función del trabajo a realizar se procede a la colocación de cámaras, se elaboran escayolas de las huellas encontradas, se toman fotografías, medición, toma de datos y recogida de las muestras encontradas”.
Para el rastreo de anfibios y reptiles es imprescindible conocer todos los datos posibles de estas especies. Es necesario un profundo estudio en la oficina de los hábitats, de la anatomía...
Después, se procede a la localización de los puntos de baja, media y alta montaña en donde hay posibilidad de encontrar indicios se estos animales. Si no se les encuentra debido a dificultades como la búsqueda de una especie pequeña, carácter esquivo, terrenos complicados, actividad nocturna del animal, se buscan rastros para saber dónde están y qué hacen, hacia dónde se dirigen e incluso qué actividades tienen.
“Solamente leyendo el suelo como un libro de tapas duras lleno de letras y dibujos, un código entre la naturaleza y el ser humano practicado durante milenios y perdido en el olvido”.
Al final de la jornada habrá que estudiar los datos, clasificarlos, redactar informes, estirar y a descansar.
El Servicio de Rastreo Forestal (SERAFO) que dirige Fernando, ha rastreado este último año en la frontera Rusa, en la frontera Colombo-venezolana, en Colombia, Finlandia, en Estonia, en Francia, Portugal, Rumanía y próximamente lo hará en Suecia.
En cuanto a anfibios y reptiles, hay que referirse al rastreo del cocodrilo del Orinoco en Colombia y su frontera con Venezuela y con los anfibios y reptiles ibéricos en Castilla y León.
De estas apasionantes aventuras afirma que no es lo mismo trabajar en unos lugares que en otros ni en las distintas estaciones.
"No es lo mismo rastrear cocodrilos en Colombia que hacer un estudio de anfibios en España o que localizar especies invasoras. Y desde luego no es lo mismo hacerlo a más de 40 grados de temperatura en una zona desértica que a 20 bajo cero en una zona boreal".
Sin duda el rastreo es un oficio apasionante y muy complicado. Pero merece la pena que aún haya personas que se interesen por descubrir ese lenguaje de la naturaleza que como dice Fernando Gómez, está olvidado.
Más información sobre rastreo, anfibios y reptiles en:
http://www.dnasl.com
http://www.serafo.com
http://www.chelonia.es
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